No fue fácil el inicio. Una tercera ola salpimentaba nuestros miedos, dudas e inseguridades y no nos ayudaba a dar pasos hacia delante. Pero como ‘nunca choveu que non escampara’, el 8 de julio, en Santiago de Compostela y ya con los negativos de los test de antígenos de nuestros acampados, comenzaba Atlantis 2021. Y ahí todo cobró sentido. ¡Y vaya si lo cobró!
Durante dos largos años, nos habíamos olvidado lo que era disfrutar de los reencuentros del campamento, de los nervios del primer día, de bendecir la mesa con canciones, de las lágrimas de las despedidas y de esas pequeñas cosas a las que quizás antes no dábamos tanta importancia.
Atlantis comenzó y, con ello, los colores nos empaparon por dentro. Aprendimos a mirar dentro de nosotros con el añil, nos tranquilizamos con el azul, volvimos a apreciar los pequeños detalles que la rutina había difuminado con el naranja, disfrutamos de la naturaleza del verde con una etapa del camino de Santiago, de la sencillez del morado, de la afectividad del rojo y, sobre todo, de la diversión del amarillo, que tan restringida estuvo durante este atípico curso. Todo ello culminaba, además, con el blanco, dando sentido a lo vivido durante estos siete intensos días.
Decía Nelson Mandela que debemos usar el tiempo sabiamente y darnos cuenta de que siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien. No sé si allá por marzo, cuando empezábamos a soñar el verano, supimos usar el tiempo sabiamente, pero lo que sí que hicimos fueron las cosas bien.
Gracias a las familias por confiar y a los jóvenes por hacer de MarCha su prioridad.
Seguimos soñando juntos.