El (re)encuentro tan esperado de Horizonte…aquel que se antevia de silencio, pero que los obvios cambios del mundo, esperaba muchas palabras por soltar. Así empezamos, con miradas entusiastas y cercanía que resultaba en abrazos indecisos, propios del desconcertante volver al presencial después de tanto tiempo y de los nervios de contagio. Los test ayudaron a calmar ese sentimiento y entonces partimos para 5 días más profundos de buceo en nuestra esencia y casa interior. Un pie en Roxos para liberar la energía y sabernos con que disposición llegábamos. Y a partir de ahí, las largas palabras y horas compartidas de escucha y comprensión profunda entre todos, ahora en otro espacio, pero en todo semejante al acogedor que siempre nos recibió.
Llegaron las palabras y silencios propios del ser humano en una conversación delicada, vulnerable, que descubre las heridas de los últimos meses…solitarios, desafiantes, obligatoriamente innovadores, teletrabajo,…pero también, las sonrisas e risas de los relatos de amor y compartir de las cosas buenas que brotaron y nos conectaron a la vida durante este tiempo virtual. Fue el mayor tiempo de escucha, que tuviera alguna vez en mi vida, con aquella familia de horizonte, que no juzga, que confía y haz confiar, que mira en tono sincero, en tono de humanidad.
Removi las emociones, para darles nombre y conocerles el rastro desde que las empecé a tocar, sentir dónde quedé o que había que llorar, gritar o escuchar. En cada trabajo emocional estaban las manos generosas para cuidar. Los duelos, las pérdidas, los conflictos, los silencios, los miedos, la rabia, la angústia, la muerte, la vida, la complejidad y sencillez de amor. Si no tocáramos en todo esto, tocaríamos en cualquier otra cosa que fuera la vida aconteciendo, siendo. Experimenté ser, una vez más, junto a acompañantes humanos que nos inspiran a conocer aquello que los días automáticos nos desconectan de ver. Experimenté que para ver (con ojos de ver) es necesario dejar que las palabras descansen, escuchar el silencio y en ese silencio: las olas, la agitación, la marea, el abismo, la repetición, la comparación, el dilema, el miedo, la paz, la niebla, primavera. La conciencia de estar conmigo en silencio, meditando, no tiene de forzarme a la tranquilidad más serena, pero sí a la percepción de lo que siento. Ese aprendizaje lo hice en estos dias y con ayuda. Inevitablemente senti paz, y dormí mejor a la noche dejándome dormir “en aquellas manos, del Padre, que acogen”.
Meditar es consciencia, es trabajar al aire libre, es cantar Omm, es sentir tudo aquí dentro, percibir la unidad que somos mientras ser humano. Sentir el latido del corazón o el dolor de barriga como quien reconoce el nerviosismo de la mente. Somos uno, podamos lo que hay para permitir renovar y crecer con más fuerza y belleza. Por este encuentro con mis raíces, soy cada vez más dócil conmigo. Confiada de que hay un largo camino, pero más firme, coheso y donde soy capaz de reconocer que soy vulnerable y muchas otras cosas más. Este encuentro tuvo el sabor del calor de verano que sana las heridas. Fue como volver a casa.
Teresa Martins
MarCha Carcavelos